Estrés y conducción: Una combinación muy peligrosa

Conducir sin Estrés

El estrés y la conducción es una combinación muy peligrosa una vez nos sentamos al volante. Arrancamos. Salimos de nuestro lugar de aparcamiento y nos introducimos en el tráfico que late de manera intensa en nuestra ciudad. Hemos empezado a conducir, un día más; una tarea tan rutinaria para muchos, que esconde un gran peligro; posibles incidentes o siniestros viales que ponen a prueba nuestra capacidad de reacción.

Son muchas las causas que pueden propiciarlos. Infracciones, fallos en el funcionamiento del coche, despistes, diferentes estados personales. El estrés es una de las causas que pueden estar a la sombra de estos problemas. Por ello, la conducción nos exige un buen estado físico y mental para llevarla a cabo de manera óptima, garantizando nuestra salud y la de todos aquellos conductores y transeúntes que comparten espacio alrededor nuestro. 

Por ello, mejorar los problemas de estrés puede ser una garantía que nos impulse a conducir de manera eficaz y ordenada, lo que se traducirá, a la vez, en un mejor bienestar y en un mayor disfrute de nuestro vehículo.

¿Cómo afecta el estrés a la conducción?

Llamamos estrés a un proceso en el que se experimenta una gran presión, física y/o mental, que nuestros mecanismos emocionales no pueden gestionar de manera correcta. Aunque un cierto nivel de estrés puede resultar adaptativo (pues nos impulsa a la acción ante situaciones de posible peligro), un nivel demasiado elevado o desajustado con la realidad puede tener consecuencias muy graves para el estado físico y mental de quien lo sufre. 

El estrés puede conllevar consecuencias que dificultan nuestra atención al volante, como tensión muscular, dolor de cabeza, fatiga significativa y/o problemas de sueño, entre otros. si tenemos en cuenta que el tráfico es una gran fuente generadora de estrés, podemos llegar a la conclusión de que estas manifestaciones pueden darse al volante con gran facilidad. 

Las fases del estrés

El estrés al volante pasa por tres fases muy representativas, cada una de ellas con sus signos y síntomas característicos, que dificultarán una conducción segura. Estas son:

Fase de alarma

Es la primera fase que experimentamos en nuestro recorrido. Puede darse como consecuencia de estar inmersos en una situación estresante (mucho tráfico, una retención, las prisas de cada momento) o bien como consecuencia de problemas personales externos a la conducción, pero que permanecen en nuestra mente mientras nos encontramos al volante (discusiones previas, problemas económicos, personales…). 

Como consecuencia de ello, nuestra mente focaliza su atención en aquella información más relevante, lo que favorece al descuido del resto de factores. Teniendo en cuenta que la conducción es una actividad que exige grandes dosis de atención, en muchas ocasiones dividida en diferentes lugares, esta reducción de nuestra capacidad atencional puede tener consecuencias negativas. 

En esta fase, nuestros músculos permanecen tensos, ante la posibilidad de tener que huir. Se trata, por tanto, de una fase que produce mucho cansancio físico y mental.

Fase de resistencia

Nuestros músculos empiezan a relajarse, aunque se mantiene cierta tensión física y mental. La tolerancia a la frustración es baja, lo que puede crear problemas al volante. También sentimos mucha impaciencia, impulsividad y agresividad, lo que puede suponer la realización de conductas temerarias y no respetar las normas de circulación. Todo ello puede tener consecuencias fatales en carretera.

Fase de agotamiento  

Nuestro estrés ha pasado factura a nuestro cuerpo y hemos terminado agotados. Es entonces cuando el organismo no puede sostener esta tensión por más tiempo, y se relaja. Pero lo hace de manera muy profunda. Aparece el cansancio, la fatiga, los dolores y el sueño. Sabemos el gran peligro que poseen estos factores a la hora de conducir; nuestra atención puede bajar de manera considerable, así como nuestra capacidad de reacción, lo que aumenta las posibilidades de sufrir un accidente.

¿Cómo mejorar el estrés al volante?

Por todo ello, resulta necesario mejorar nuestro nivel de estrés, especialmente cuando vayamos a subir al coche. Para ello, podemos practicar ejercicios de relajación respiratoria, así como tensar y destensar nuestros músculos de manera progresiva. La meditación, la realización de ejercicio rutinario e intentar afrontar los problemas con una mayor tranquilidad pueden ayudarnos, también, a mejorar nuestro estado. 

Si hay algo que te pertuba en la carretera, prueba a controlar tu respiración. Respira consciente, respira profundo, pues la respiración disminuye el ritmo cardiaco, baja la presión arterial y te tranquiliza por completo.

Buscar ayuda profesional puede ser, también, una buena manera de mejorar nuestra salud y seguridad. 

Leaseplango.es apuesta por una conducción sana y segura, en la que el disfrute de nuestro vehículo y de nuestro viaje sean los factores más importantes. 

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